martes, 7 de julio de 2009

El Retrato.

Los retratos han estado con los hombres desde los inicios de la historia, siempre hemos querido preservar las imágenes de nuestros seres queridos, y en muchísimas ocasiones la propia imagen.
Los retratos se hicieron en pintura y escultura hasta la aparición de la fotografía en 1839, gracias al afán de la clase media de poder plasmar sus rostros de una manera económica. Ellos impulsaron ésta nueva técnica, ya que hasta ese momento, sólo las personas adineradas podían costearse una pintura de si mismos.
Cuando se comenzó a popularizar el arte de la fotografía, las cámaras y procesos eran muy lentos y tomar una imagen requería de varios segundos. Para hacer una toma de un paisaje, esto no representaba ningún problema, pero para una persona quedarse inmóvil, era casi imposible.
Muchas veces el fotógrafo debía sentar a su cliente en una silla especial y colocarle un artefacto para sostener la cabeza y así evitar que la moviera. En los primeros retratos las personas aparecían con los ojos cerrados y debían retocarlos a mano para que la persona pareciera más natural.
Al popularizarse la fotografía, hubo una explosión de estudios fotográficos en todo el mundo que ofrecían las tarjetas de visita, en las que el fotógrafo tomaba diferentes poses y luego imprimía para que sus clientes las utilizaran como tarjetas de presentación personal.
En un principio los retratos buscaban parecerse a la pintura. Las poses, los fondos y las expresiones buscaban una similitud con la pintura clásica. En esa época sólo había fotografía en blanco y negro y muchos artistas coloreaban o “iluminaban” las fotografías para hacerlas más reales.
En 1888, el norteamericano George Eastman, fundó su empresa Kodak y puso al alcance del público el poder de tomar sus propias imágenes. Con su famosa frase “sólo oprima un botón, que nosotros hacemos el resto” logró que millones de personas alrededor del mundo pudieran tener sus propias cámaras y fotografiar su vida diaria.
Para mediados del siglo XX tener un retrato de sí mismo, era algo de la vida diaria y la fotografía a color ya se había extendido. Los rostros de millones de personas han quedado plasmados para la posteridad.

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